viernes, 6 de enero de 2012

Título
EL MERCADO DE CALLE DE PONFERRADA SE DESPLOMA EN VENTAS

Subtítulo
EL AYUNTAMIENTO BARAJA RETIRAR ALGUNA DE LAS 340 LICENCIAS VIGENTES ANTE LA AUSENCIA "REITERADA" DE ALGUNOS EXPOSITORES

Entradilla
Las ventas del mercado semanal de calle de Ponferrada han bajado un 55% desde que se iniciara la actual crisis hace ahora cuatro años. Pese a la difícil situación económica, que ha obligado a los propietarios de los cerca de 340 puestos ambulantes a resistir bajando aún más los precios, el ayuntamiento de la capital del Bierzo continúa, "ajeno" al quehacer diario, pasando religiosamente los recibos de las licencias. Y no sólo eso, sino que estudia tramitar la retirada de permisos a algunos expositores ante la ausencia "reiterada" a varios mercados. La fruta, textil, bolsos, bisutería, calzado, mercería o música dibujan, dos veces a la semana, los miércoles y sábados, este tradicional lugar de encuentro para los vecinos de la ciudad, que tienen en su mercadillo un auténtico centro comercial abierto.














La Avenida del Río y las calles que circundan el edificio que acoge el Mercado de Abastos, entre la Calle Real y la Avenida Pérez Colino, son escenario cada miércoles y sábado del tradicional mercado de calle de Ponferrada. Una muestra que reúne a cerca de 340 expositores ambulantes en torno a los 80 puestos fijos que acoge el renovado edificio del Mercado de Abastos de la capital de El Bierzo.


La afluencia de público al mercado de calle se ha visto mermada en los últimos meses, principalmente tras el período vacacional y las fiestas patronales de La Encina que cada año se celebran en torno al 8 de septiembre. Un parón que se preveía compensar con las ventas de la temporada de Navidad, según declaraciones de Kiko González, uno de los siete "patriarcas" de Ponferrada.














Los puestos de zapatería y ropa son los que más han acusado la crisis. Sus dueños se han visto obligados a bajar los precios de sus productos para poder hacer frente a la difícil situación. "Pero es igual, bajas los precios y sí, vendes un par de zapatos más, pero sólo eso. Es una porquería. Ya no es cómo hace un año, que la gente compraba mucho más alegre; venían y se gastaban cincuenta euros.", asegura Manuel, inmerso en una soledad que nada bueno augura, salvo cometidos ajenos a los propios del mercado. Y es que la mañana, sin ventas, da para muchas cosas.


 

"La gente mide mucho los precios y prescinde de productos superfluos". Es la opinión generalizada de unos expositores que, muchas semanas, prefieren no acudir al mercado "para no gastar más de lo que se gana". Una decisión que no parecen entender los administradores locales, que no descartan retirar licencias ante la que entienden "reiterada" ausencia de expositores a varios mercados.


 














"Lo mismo de ayer y de anteayer, mirando al cielo a ver si cae algo... Y que no llueva o caiga una helada como estas últimas porque si no, apaga y vamos", comenta Pepa en su puesto de ropa, al tiempo de desvelarnos sus ganancias del último día: "Treinta euros, me da igual que lo creas o no, aquí está mi hija, mi yerno y toda la familia. Ellos te lo pueden confirmar". Unas "ganancias" que en ningún caso, "contando el gasoil", equilibran el poco más de euro por metro lineal que deben pagar cada día de mercado.






La imaginación al poder. Si no se venden gorros, como hace una semana se vendían en este mismo puesto, hay que intentarlo con... peluches "de calidad y no como los de las tómbolas". "Es la evolución de la especie de los gitanos, probar hasta que demos en el clavo. Tenemos la mala costumbre que nos gusta comer todos los días", comenta sin complejo alguno el titular del puesto. 



Bonitos muñecos a un precio más que razonable para salvar los Reyes Magos. Tiburones, monos o tigres por poco más de treinta euros los más grandes. Peluches que han dado la campanada estas Navidades; peluches que parecían cobrar vida ante el interés demostrado por los más mayores, siempre muy atentos al precio del producto, como no podía ser de otra forma.

Si los puestos de ropa y calzado son los que más están acusando la crisis, no pueden decir lo mismo los propietarios de los expositores de bisutería, que están haciendo su agosto en los primeros días de la cuesta de enero del 2012. "Lo comido por lo servido", argumentan los dueños para justificar las malas ventas que aseguran tener durante la mayor parte del año. Afluencia de público que, en todo caso, no superó a la de otros años.



La fruta ha pasado en ventas a un segundo puesto. "Ya no se vende lo que se vendía; es como si se haya convertido en un artículo de lujo", comenta Araceli Pana, para quien "ahora lo que se vende es lo imprescindible, las patatas y las verduras, las hortalizas y legumbres". Y lo más curioso, han bajado las ventas, pero se mantiene la clientela.







Aurita, de Columbrianos, cumplirá este año cuarenta años de asistencia ininterrumpida al mercado. Llueva, nieve o hiele los labriegos como ella tienen en el mercado de Ponferrada una cita obligada. "Es nuestro medio de vida, vender lo que sembramos", comenta Aurita,pesimista ante lo que se avecina. "Hace no mucho, en el verano, podíamos llegar a sacar hasta dos mil ochocientos euros al mes, ahora dime tú".


Muchos de los labradores que acuden a Ponferrada con sus productos no han cotizado nunca a la Seguridad Social, ni como autónomos. "Lo único que me va a quedar es lo que voy ahorrando y la generosidad de mi familia, que es mucha. Ya ves, toda la vida luchando. Tengo sesenta y ocho años y no me queda otra. Ah, y mi marido enfermo con depresión", afirma Lola, más pendiente de la clientela que de otra cosa.




Los repollos, sobre todo el de asa de cántaro, el típico para el botillo, la calabaza, castañas secas, alubias, espinacas y puerros ponen la nota de color en estas fechas a los puestos de los agricultores locales. La relación calidad-precio supera a cualquier establecimiento de la ciudad. Son productos de casa, naturales.


Las diferencias en el mercado de calle de Ponferrada están a flor de piel. Gitanos y payos no tienen el mismo trato por parte del Ayuntamiento, "quizás para evitar revueltas de otro tipo", nos desvela Tony, uno de los asiduos feriantes. "Nosotros casi venimos pagando euro y medio por metro lineal, por día de mercado, frente al euro más o menos de los gitanos... Y las ventas han caído para todos", añade nuestro informador, al tiempo que denuncia "la cantidad de ayudas que reciben sólo por ser gitanos. No es de extrañar que estén todos los días bailando, que no pierdan la alegría".




















El mandil como vestuario es símbolo de autenticidad; la viva imagen de los agricultores bercianos que cada miércoles y sábados acuden a la capital de la Comarca a vender sus productos. El mercado de calle conserva aún el recuerdo de estampas inusuales para los tiempos que corren, como el de la romana, con la que los más mayores manifiestan sus preferencias, aún a riesgo de "regalar más producto que con esas otras de dedo".


Los asiduos del mercado saben dónde pueden encontrar las buenas ofertas, quiénes son los comerciantes con los mejores precios y calidades. De ahí que haya puestos frecuentados desde las primeras horas. Sin duda un mundo paralelo al que se vive dentro del edificio de abastos, donde el Ayuntamiento pretende dar una utilidad a los puestos cerrados implantando nuevas empresas innovadoras, con productos típicos, puestos de degustación o los conocidos gastrobares.

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